Y LOS REFORMISTAS LES LLAMAN
Andrés Nin Combatir al reformismo es combatir a la burguesía
Combatir al reformismo es combatir a la burguesía
Otra analogía es la lucha que nosotros, al igual que los bolcheviques rusos, tenemos que desarrollar contra el reformismo. En ciertos sectores primarios del movimiento obrero florece el mito sentimental y abstracto de la unidad. ¿Por qué - se preguntan ingenuamente - nos combatimos entre nosotros? También lo preguntan nuestros reformistas, que olvidan que el leninismo se forjó precisamente en lucha a muerte contra el reformismo. Es fácil combatir de frente a la burguesía. Pero la burguesía se infiltra en el movimiento obrero para atacarlo por la espalda. Al combatir el reformismo, no hacemos otra cosa que combatir a la burguesía.
Esta lucha contra el reformismo es necesaria, inevitable.
La unidad, a cambio de renunciar a la lucha contra el reformismo, sería una unidad regresiva.
El enemigo, tanto en Rusia como en España, es el reformismo, pero los reformistas rusos de 1917 eran más revolucionarios que nuestros reformistas. Nunca se llegó a una defensa tan desvergonzada de los intereses de la burguesía como la que realizan el PSUC y el Partido Comunista. Hoy tenemos que luchar contra un reformismo más potente que el de los mencheviques y el de los socialistas revolucionarios. Porque en una situación eminentemente revolucionaria nuestros reformistas se encuentran apoyados por el Estado que en 1917 venció a los reformistas rusos.
La AIT federalista fue asesinada por los colaboracionistas con el reformismo
La AIT federalista fue asesinada por los colaboracionistas con el reformismo
La “primera” Asociación Internacional de Trabajadores fue fundada en 1864 a través de la iniciativa de los propios trabajadores pero también con alguna participación de “políticos”. Organizativamente, fue construida como una asociación de sindicatos obreros. Según sus estatutos no había centralismo. Los trabajadores de la misma profesión o área formaban una sección, todas las secciones de un país formaban una federación, y cada federación nacional enviaba delegados al Consejo General. Este Consejo era un órgano puramente coordinador, no podía emitir decretos, instrucciones, etc. Estaba para analizar conflictos y malentendidos entre las secciones. Todas las secciones y federaciones mantenían su autonomía. El órgano supremo de la AIT era el congreso anual de delegados de las secciones y federaciones, y solamente éste podía discutir todas las materias relativas a la asociación y al movimiento obrero internacional, podía elegir el Consejo, alterar o modificar la carta, etc.
La AIT estaba dividida entre los partidarios de la primacía de la acción política para lograr el poder político (partidarios de Marx, los sucesivos socialdemócratas, blanquistas, etc.) y sus oponentes (incluyendo a los anarquistas). Las contradicciones entre ellos fueron incrementándose y eventualmente terminaron en abierto conflicto. A principios de los años 1870, los partidarios de Marx intentaron capturar la Internacional. Teniendo el Consejo General bajo su control, convocaron una conferencia de la AIT en Londres y manipularon la representación de las secciones. La mayoría construida renunció a las normas federalistas anteriores y adoptó los cambios organizativos centralistas con poder decisivo para el Consejo General. Simultáneamente, se tomó la resolución de que eran necesarias la lucha política por el poder y la fundación de partidos políticos.
La escisión de la “primera”AIT
Estas decisiones fueron rechazadas por la mayoría de las secciones suizas, españolas, italianas, belgas y francesas. La Federación del Jura adoptó una constitución anti-autoritaria y retó la decisión sobre las nuevas prerrogativas del Consejo General como “jerárquicas y autoritarias”. Las secciones suizas, italianas y españolas insistieron en celebrar el siguiente congreso en Suiza, donde era más fácil asistir a la mayoría de los delegados. Pero Marx y sus partidarios del Consejo General insistieron en la organización del congreso en La Haya en 1872. Las secciones italianas protestaron y convocaron un congreso global anti-autoritario en Neuchatel. Pero Marx hizo todo lo posible para asegurar una composición provechosa del Congreso. Así que intentó ponerse de acuerdo con los blanquistas, prometiéndoles puestos en el Consejo General. Los blanquistas representaban a la mayoría de los refugiados franceses organizados miembros de la AIT. El ala anti-autoritaria de las secciones francesas fue derrotada junto con la Comuna de París, en la que jugó un papel crucial. Además, Marx invitó al Congreso a todos sus amigos a título de mandatados por las secciones leales. La mayoría manipulada y artificial de La Haya confirmó las decisiones de Londres y declaró a Bakunin expulsado de la Internacional.
Las decisiones del Congreso de La Haya provocaron un ultraje, no solamente entre las secciones y partidarios de Bakunin en Suiza, sino también entre las secciones francesas, italianas, belgas y españolas. La Federación del Jura se convirtió en el centro del descontento y, en torno a ésta se formó una ideología libertaria, llamaron a un sistema socioeconómico de administración liberado de cualquier autoridad, centralización y estado.
Congreso de Saint Imier y la fundación de la AIT federalista
La Federación del Jura organizó un Congreso extraordinario de la AIT en St. Imier en septiembre de 1872. Asistieron los delegados de las federaciones italiana y española, de algunas francesas y dos americanas. El Congreso reconoció las actividades del Congreso de La Haya como ilegales y acusó al Consejo General de abuso de autoridad. Se firmó el Tratado de Amistad y Solidaridad entre federaciones y grupos anti-autoritarios. Dijo que la unidad debe basarse, no en una organización artificial, con autoridades centrales, sino en la identidad de los intereses de los proletarios de los diferentes países y en la unión voluntaria de federaciones. Las federaciones participantes prometieron ayudarse entre sí sin vínculos directos con autoridad central alguna, y apoyarse entre sí en la lucha contra cualesquiera invasiones a los derechos de cada uno. El Congreso rechazó la lucha por el poder político porque “cualquier organización política no puede sino ser una organización de poder a favor de una clase particular y en detrimento de las masas del proletariado y, por lo tanto, el proletariado, si quiere tomar el poder político, inevitablemente se habrá convertido en una clase dominante y explotadora”. El Congreso declaró que la meta de la Internacional era “la destrucción de todo poder político a través de una huelga general” porque la “destrucción de todo poder político es la primera obligación del proletariado”, y cualquier gobierno “revolucionario” es no menos peligroso para éste que el gobierno titular.
En otoño de 1872, en España, Bélgica y Gran Bretaña, se celebraron las conferencias de las secciones. La mayoría de los delegados también hablaron contra las manipulaciones del Consejo General y a favor de una alianza con la Federación del Jura. En respuesta, el Consejo General decidió el 30 de mayo de 1873, excluir a todas las federaciones, secciones e individuos que rechazaran la decisión de La Haya, esto es, en primer lugar, a los miembros de St. Imier así como a las federaciones belga y holandesa.
Hubo una escisión de la AIT en dos organizaciones diferentes. La organización centralista, que estaba a favor de Marx, consistía al principio sobre todo en secciones alemanas, austriacas, danesas, holandesas, parte de las americanas y una minoría de británicas. La Internacional de Marx se exilió a los EEUU y después dejó de existir. Los partidos nacionales socialdemócratas emergieron pronto en su lugar.
El desarrollo de la AIT federalista
No obstante, la AIT federalista floreció inicialmente. Incluía las secciones suizas, belgas, españolas, italianas, algunas americanas, británicas y holandesas.
En septiembre de 1873, el 6º Congreso de la AIT fue convocado en Ginebra, a iniciativa de la Federación del Jura. Asistieron delegados de 7 federaciones nacionales (Inglaterra, Bélgica, Holanda, Suiza, España, Italia y Francia) y el Congreso revisó los estatutos de la Internacional, anunció la autonomía total de las secciones, eliminó el Consejo General como órgano y lo sustituyó por un Buró sin ningún tipo de poder ejecutivo y solamente con funciones de coordinación técnica. La función del Buró fue transferida a una de las federaciones. El Congreso pronunció a favor de una huelga general, que “no es otra cosa sino la revolución social” y urgió a los trabajadores a unirse en sindicatos internacionales, capaces de organizar una huelga en su profesión.
El 7º Congreso de la AIT tuvo lugar en septiembre de 1874 en Bruselas. En aquel tiempo, la federación italiana, siguiendo las recomendaciones de Bakunin, comenzó a organizar revueltas populares. En contraste, los belgas bajo Cesar de Paepe comenzaron a evolucionar gradualmente hacia un acercamiento a la socialdemocracia, lo que subsiguientemente condujo al colapso de la AIT.
Los delegados al Congreso de Bruselas fueron enviados por las secciones españolas, suizas, belgas, italianas y algunas alemanas y francesas. El más importante de los temas que se discutieron fue la cuestión sobre la “organización de los servicios públicos en la sociedad futura”. Se presentaron dos proyectos diferentes: por parte de la federación belga (De Paepe) y de la sección de Ginebra. Ambas proposiciones eran idénticas en las ideas básicas: el centro de la vida social en la sociedad futura debería ser una comuna libre en vez de un estado centralizado. De Paepe, sin embargo, ofrecía preservar la unidad del estado como órgano a cargo de los trabajos colectivos de significación mayor y general, aunque la mayoría de las decisiones debería tomarse desde la base, de forma descentralizada.
El Congreso llamó a la eliminación del estado, pero la resolución fue controvertida: cada federación o partido de cada país puede decidir qué acción política puede ser necesaria o útil a la revolución social. Era un compromiso obvio con la federación belga que se hizo más reformista. En contraste, la federación italiana estaba a favor de la acción directa. El siguiente Congreso de 1875 en Barcelona no tuvo lugar debido a la represión en España.
La AIT federalista se desarrolló de forma desigual. La sección española floreció, pero los intentos de extender la Internacional a otros países fracasaron. La escalada de represión forzó a buscar nuevas vías tácticas. Las diferencias entre los anarquistas y los colectivistas belgas se intensificaron. Los sindicalistas británicos y algunas otras secciones se separaron de la AIT.
El 8º Congreso de la Internacional tuvo lugar en Berna en octubre de 1876. Asistieron los delegados de Bélgica, España, Holanda, Italia y Suiza, los franceses indirectamente involucrados. Las reuniones fueron acompañadas por las diferencias entre los partidarios de la acción de masas y la “propaganda por la acción”. De Paepe dijo que la AIT ya no existía. Propuso organizar un congreso mundial para la unificación socialista de todas las antiguas secciones de la AIT, independientemente de sus programas, tácticas y posiciones. Esta propuesta, desafortunadamente, fue aceptada.
El deseo de un acuerdo con los reformistas mató a la AIT
El 9º Congreso de la AIT en Verviers en 1877 reunió a once delegaciones de Bélgica, Francia, Italia, Rusia, Suiza e indirectamente de Grecia, Egipto y Uruguay. Se adoptaron algunas resoluciones sobre la socialización de la propiedad, la eliminación del trabajo asalariado y un pacto de solidaridad. Los representantes de la federación de Italia, Francia, Alemania, Suiza, Egipto y Grecia solo pudieron estar de acuerdo en condenar la tendencia a concordar con los partidarios de los partidos políticos porque “todos los partidos forman una masa reaccionaria; es necesario combatirlos a todos”. Por tanto, no pudo haber acuerdo con los 35 delegados de los marxistas y socialistas autoritarios que se reunieron a los pocos días en Gante en un “Congreso Socialista Mundial”. Los delegados del Congreso de Verviers asistieron pero estaban en minoría. La mayoría de los asistentes eran socialistas, estatistas y forzaron una resolución sobre la lucha política y la formación de partidos políticos del proletariado. La federación belga y la holandesa abandonaron la AIT y se unieron a la Socialdemocracia. De ahí en adelante, el camino de los socialistas autoritarios (socialdemócratas) y el de los anarquistas, se separaron para siempre.
Todos los nuevos intentos de revivir a la AIT fracasaron hasta 1922. Algunos fueron arruinados por el enfoque de los anarquistas en la “propaganda por la acción”, una forma de insurrección de una minoría que aislaba a los anarquistas de las masas trabajadoras (Congreso de Londres, 1881). Otros conatos fracasaron debido a los nuevos intentos de reconciliarse con los reformistas. En 1896 los anarquistas fueron expulsados del Congreso de la 2ª Internacional. Solamente una crisis clara y visible del reformismo de la socialdemocracia, y el nacimiento de nuevo movimiento obrero de sindicalismo revolucionario basado en la acción directa extra-parlamentaria, podía revivir la idea de la asociación internacional de los trabajadores anti-autoritarios. En 1907, se celebró el Congreso Internacional Anarquista, y en 1913, la Conferencia Internacional de Sindicalistas Revolucionarios. La continuación de este proceso fue interrumpida por la guerra, pero después volvió a retomarse. Durante un tiempo parecía que los bolcheviques rusos rompían con el estatismo de la socialdemocracia, y la perspectiva de una reunificación imaginaria de anarquistas, sindicalistas y marxistas revolucionarios brillaba en el horizonte. Una serie de anarquistas y sindicalistas incluso se unieron al Comitern, y después discutieron la posibilidad de unirse a la Internacional Sindical Roja. Pero muy rápidamente quedó claro que los bolcheviques eran tan estatistas como los socialdemócratas, si no peores, que oprimían los movimientos independientes de trabajadores y campesinos y buscaban subyugar las organizaciones obreras de todo el mundo a sus partidos. Después de esto, la ruptura con ellos era inevitable. En diciembre de 1922, el Congreso de Sindicatos Obreros Anarco-Sindicalistas de Berlín decidió recrear la Primera Internacional, la actual AIT. Desde entonces existe de nuevo y ha pasado por juicios muy severos.
Vadim Damier
La AIT estaba dividida entre los partidarios de la primacía de la acción política para lograr el poder político (partidarios de Marx, los sucesivos socialdemócratas, blanquistas, etc.) y sus oponentes (incluyendo a los anarquistas). Las contradicciones entre ellos fueron incrementándose y eventualmente terminaron en abierto conflicto. A principios de los años 1870, los partidarios de Marx intentaron capturar la Internacional. Teniendo el Consejo General bajo su control, convocaron una conferencia de la AIT en Londres y manipularon la representación de las secciones. La mayoría construida renunció a las normas federalistas anteriores y adoptó los cambios organizativos centralistas con poder decisivo para el Consejo General. Simultáneamente, se tomó la resolución de que eran necesarias la lucha política por el poder y la fundación de partidos políticos.
La escisión de la “primera”AIT
Estas decisiones fueron rechazadas por la mayoría de las secciones suizas, españolas, italianas, belgas y francesas. La Federación del Jura adoptó una constitución anti-autoritaria y retó la decisión sobre las nuevas prerrogativas del Consejo General como “jerárquicas y autoritarias”. Las secciones suizas, italianas y españolas insistieron en celebrar el siguiente congreso en Suiza, donde era más fácil asistir a la mayoría de los delegados. Pero Marx y sus partidarios del Consejo General insistieron en la organización del congreso en La Haya en 1872. Las secciones italianas protestaron y convocaron un congreso global anti-autoritario en Neuchatel. Pero Marx hizo todo lo posible para asegurar una composición provechosa del Congreso. Así que intentó ponerse de acuerdo con los blanquistas, prometiéndoles puestos en el Consejo General. Los blanquistas representaban a la mayoría de los refugiados franceses organizados miembros de la AIT. El ala anti-autoritaria de las secciones francesas fue derrotada junto con la Comuna de París, en la que jugó un papel crucial. Además, Marx invitó al Congreso a todos sus amigos a título de mandatados por las secciones leales. La mayoría manipulada y artificial de La Haya confirmó las decisiones de Londres y declaró a Bakunin expulsado de la Internacional.
Las decisiones del Congreso de La Haya provocaron un ultraje, no solamente entre las secciones y partidarios de Bakunin en Suiza, sino también entre las secciones francesas, italianas, belgas y españolas. La Federación del Jura se convirtió en el centro del descontento y, en torno a ésta se formó una ideología libertaria, llamaron a un sistema socioeconómico de administración liberado de cualquier autoridad, centralización y estado.
Congreso de Saint Imier y la fundación de la AIT federalista
La Federación del Jura organizó un Congreso extraordinario de la AIT en St. Imier en septiembre de 1872. Asistieron los delegados de las federaciones italiana y española, de algunas francesas y dos americanas. El Congreso reconoció las actividades del Congreso de La Haya como ilegales y acusó al Consejo General de abuso de autoridad. Se firmó el Tratado de Amistad y Solidaridad entre federaciones y grupos anti-autoritarios. Dijo que la unidad debe basarse, no en una organización artificial, con autoridades centrales, sino en la identidad de los intereses de los proletarios de los diferentes países y en la unión voluntaria de federaciones. Las federaciones participantes prometieron ayudarse entre sí sin vínculos directos con autoridad central alguna, y apoyarse entre sí en la lucha contra cualesquiera invasiones a los derechos de cada uno. El Congreso rechazó la lucha por el poder político porque “cualquier organización política no puede sino ser una organización de poder a favor de una clase particular y en detrimento de las masas del proletariado y, por lo tanto, el proletariado, si quiere tomar el poder político, inevitablemente se habrá convertido en una clase dominante y explotadora”. El Congreso declaró que la meta de la Internacional era “la destrucción de todo poder político a través de una huelga general” porque la “destrucción de todo poder político es la primera obligación del proletariado”, y cualquier gobierno “revolucionario” es no menos peligroso para éste que el gobierno titular.
En otoño de 1872, en España, Bélgica y Gran Bretaña, se celebraron las conferencias de las secciones. La mayoría de los delegados también hablaron contra las manipulaciones del Consejo General y a favor de una alianza con la Federación del Jura. En respuesta, el Consejo General decidió el 30 de mayo de 1873, excluir a todas las federaciones, secciones e individuos que rechazaran la decisión de La Haya, esto es, en primer lugar, a los miembros de St. Imier así como a las federaciones belga y holandesa.
Hubo una escisión de la AIT en dos organizaciones diferentes. La organización centralista, que estaba a favor de Marx, consistía al principio sobre todo en secciones alemanas, austriacas, danesas, holandesas, parte de las americanas y una minoría de británicas. La Internacional de Marx se exilió a los EEUU y después dejó de existir. Los partidos nacionales socialdemócratas emergieron pronto en su lugar.
El desarrollo de la AIT federalista
No obstante, la AIT federalista floreció inicialmente. Incluía las secciones suizas, belgas, españolas, italianas, algunas americanas, británicas y holandesas.
En septiembre de 1873, el 6º Congreso de la AIT fue convocado en Ginebra, a iniciativa de la Federación del Jura. Asistieron delegados de 7 federaciones nacionales (Inglaterra, Bélgica, Holanda, Suiza, España, Italia y Francia) y el Congreso revisó los estatutos de la Internacional, anunció la autonomía total de las secciones, eliminó el Consejo General como órgano y lo sustituyó por un Buró sin ningún tipo de poder ejecutivo y solamente con funciones de coordinación técnica. La función del Buró fue transferida a una de las federaciones. El Congreso pronunció a favor de una huelga general, que “no es otra cosa sino la revolución social” y urgió a los trabajadores a unirse en sindicatos internacionales, capaces de organizar una huelga en su profesión.
El 7º Congreso de la AIT tuvo lugar en septiembre de 1874 en Bruselas. En aquel tiempo, la federación italiana, siguiendo las recomendaciones de Bakunin, comenzó a organizar revueltas populares. En contraste, los belgas bajo Cesar de Paepe comenzaron a evolucionar gradualmente hacia un acercamiento a la socialdemocracia, lo que subsiguientemente condujo al colapso de la AIT.
Los delegados al Congreso de Bruselas fueron enviados por las secciones españolas, suizas, belgas, italianas y algunas alemanas y francesas. El más importante de los temas que se discutieron fue la cuestión sobre la “organización de los servicios públicos en la sociedad futura”. Se presentaron dos proyectos diferentes: por parte de la federación belga (De Paepe) y de la sección de Ginebra. Ambas proposiciones eran idénticas en las ideas básicas: el centro de la vida social en la sociedad futura debería ser una comuna libre en vez de un estado centralizado. De Paepe, sin embargo, ofrecía preservar la unidad del estado como órgano a cargo de los trabajos colectivos de significación mayor y general, aunque la mayoría de las decisiones debería tomarse desde la base, de forma descentralizada.
El Congreso llamó a la eliminación del estado, pero la resolución fue controvertida: cada federación o partido de cada país puede decidir qué acción política puede ser necesaria o útil a la revolución social. Era un compromiso obvio con la federación belga que se hizo más reformista. En contraste, la federación italiana estaba a favor de la acción directa. El siguiente Congreso de 1875 en Barcelona no tuvo lugar debido a la represión en España.
La AIT federalista se desarrolló de forma desigual. La sección española floreció, pero los intentos de extender la Internacional a otros países fracasaron. La escalada de represión forzó a buscar nuevas vías tácticas. Las diferencias entre los anarquistas y los colectivistas belgas se intensificaron. Los sindicalistas británicos y algunas otras secciones se separaron de la AIT.
El 8º Congreso de la Internacional tuvo lugar en Berna en octubre de 1876. Asistieron los delegados de Bélgica, España, Holanda, Italia y Suiza, los franceses indirectamente involucrados. Las reuniones fueron acompañadas por las diferencias entre los partidarios de la acción de masas y la “propaganda por la acción”. De Paepe dijo que la AIT ya no existía. Propuso organizar un congreso mundial para la unificación socialista de todas las antiguas secciones de la AIT, independientemente de sus programas, tácticas y posiciones. Esta propuesta, desafortunadamente, fue aceptada.
El deseo de un acuerdo con los reformistas mató a la AIT
El 9º Congreso de la AIT en Verviers en 1877 reunió a once delegaciones de Bélgica, Francia, Italia, Rusia, Suiza e indirectamente de Grecia, Egipto y Uruguay. Se adoptaron algunas resoluciones sobre la socialización de la propiedad, la eliminación del trabajo asalariado y un pacto de solidaridad. Los representantes de la federación de Italia, Francia, Alemania, Suiza, Egipto y Grecia solo pudieron estar de acuerdo en condenar la tendencia a concordar con los partidarios de los partidos políticos porque “todos los partidos forman una masa reaccionaria; es necesario combatirlos a todos”. Por tanto, no pudo haber acuerdo con los 35 delegados de los marxistas y socialistas autoritarios que se reunieron a los pocos días en Gante en un “Congreso Socialista Mundial”. Los delegados del Congreso de Verviers asistieron pero estaban en minoría. La mayoría de los asistentes eran socialistas, estatistas y forzaron una resolución sobre la lucha política y la formación de partidos políticos del proletariado. La federación belga y la holandesa abandonaron la AIT y se unieron a la Socialdemocracia. De ahí en adelante, el camino de los socialistas autoritarios (socialdemócratas) y el de los anarquistas, se separaron para siempre.
Todos los nuevos intentos de revivir a la AIT fracasaron hasta 1922. Algunos fueron arruinados por el enfoque de los anarquistas en la “propaganda por la acción”, una forma de insurrección de una minoría que aislaba a los anarquistas de las masas trabajadoras (Congreso de Londres, 1881). Otros conatos fracasaron debido a los nuevos intentos de reconciliarse con los reformistas. En 1896 los anarquistas fueron expulsados del Congreso de la 2ª Internacional. Solamente una crisis clara y visible del reformismo de la socialdemocracia, y el nacimiento de nuevo movimiento obrero de sindicalismo revolucionario basado en la acción directa extra-parlamentaria, podía revivir la idea de la asociación internacional de los trabajadores anti-autoritarios. En 1907, se celebró el Congreso Internacional Anarquista, y en 1913, la Conferencia Internacional de Sindicalistas Revolucionarios. La continuación de este proceso fue interrumpida por la guerra, pero después volvió a retomarse. Durante un tiempo parecía que los bolcheviques rusos rompían con el estatismo de la socialdemocracia, y la perspectiva de una reunificación imaginaria de anarquistas, sindicalistas y marxistas revolucionarios brillaba en el horizonte. Una serie de anarquistas y sindicalistas incluso se unieron al Comitern, y después discutieron la posibilidad de unirse a la Internacional Sindical Roja. Pero muy rápidamente quedó claro que los bolcheviques eran tan estatistas como los socialdemócratas, si no peores, que oprimían los movimientos independientes de trabajadores y campesinos y buscaban subyugar las organizaciones obreras de todo el mundo a sus partidos. Después de esto, la ruptura con ellos era inevitable. En diciembre de 1922, el Congreso de Sindicatos Obreros Anarco-Sindicalistas de Berlín decidió recrear la Primera Internacional, la actual AIT. Desde entonces existe de nuevo y ha pasado por juicios muy severos.
Vadim Damier
BIOGRAFÍA Y MOVIMIENTO OBRERO. ENFOQUE BIOGRÁFICO E INVESTIGACIÓN DEL POSIBILISMO LIBERTARIO Jesús RUIZ PÉREZ
BIOGRAFÍA Y MOVIMIENTO OBRERO.
ENFOQUE BIOGRÁFICO E INVESTIGACIÓN DEL POSIBILISMO LIBERTARIO Jesús RUIZ PÉREZ
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La presente comunicación pretende mostrar aquellos factores que convierten la utilización de la biografía histórica, por una parte, en un medio lícito para estudiar el movimiento obrero, y, por otra, en el más adecuado para abordar algunos temas específicos dentro de éste, y en particular el posibilismo libertario. Dicha argumentación tomará como punto de partida nuestra experiencia en la investigación del posibilismo libertario en un pequeño pueblo de La Rioja, Nájera.
Con el concepto de posibilismo libertario, utilizado a lo largo de la siguiente exposición, hemos designado la postura de aquellos anarquistas que, sin renunciar a sus fines revolucionarios, decidieron apoyar a la Segunda República e integrarse en el sistema democrático, actitud que en algunos casos se plasmó en la participación en el poder político. La mayor parte de los anarcosindicalistas de Nájera optaron, desde los inicios del nuevo régimen, por el posibilismo, dándose un fenómeno de doble militancia, sindical y republicana, y produciéndose la entrada de uno de los dirigentes del Sindicato Único en el Ayuntamiento. Con el objetivo de analizar cualitativamente esta corriente posibilista y determinar en qué circunstancias, desde qué presupuestos teóricos, con qué objetivos, y de qué modo intervinieron los libertarios en la vida política local durante la Segunda República se escogió como método la biografía del dirigente del movimiento que ejerció el poder municipal, Félix Morga[1].
Félix Morga Rocandio contaba con una larga experiencia como líder anarcosindicalista en el momento de proclamarse la República, bajo la cuál, sin dejar de mantener su carácter de comunista libertario, pasó a militar en el Partido Radical Socialista, primero, y en Izquierda Republicana, después, llegando a ocupar los cargos de Alcalde de Nájera y, más tarde, de diputado provincial. Al mismo tiempo siguió ejerciendo el papel de dirigente obrero al frente del Sindicato Único que, tras su expulsión de la CNT, quedó convertido en Sindicato Autónomo, independiente tanto de esta central como de la UGT.
La primera cuestión que se debe afrontar al escoger la biografía como método para estudiar, como en este caso, un sujeto colectivo es establecer los términos de la relación entre el biografiado y el movimiento obrero del que éste formó parte, enunciado particular de un problema más general, la relación entre individuo y sociedad. Esta conexión ha adquirido carácter central en la práctica historiográfica reciente, a través de la biografía contextualizada, es decir, aquella que analiza la trayectoria vital de un individuo como el resultado de la influencia mutua entre éste y la sociedad de su época. Un planteamiento que constituye uno de los factores de la actual revalorización de la biografía como medio para abordar la comprensión de fenómenos y problemas históricos de tipo general o colectivo[2].
Entre las obras pioneras en estudiar, desde un punto de vista dinámico, la trama de relaciones del sujeto con su contexto histórico, derivadas de o implícitas en las actividades políticas, debemos citar dos biografías a las que se puede conferir carácter ejemplar y que adoptamos explícitamente en nuestra investigación como modelo metodológico[3]: la ya clásica William Morris, de E. P. Thompson, y El emperador del Paralelo, de J. Álvarez Junco[4].
Desde los planteamientos de la biografía contextualizada, al abordar el estudio del individuo también se accede a la red de relaciones en la que éste se inserta y al contexto histórico con el que interactúa. En palabras de Isabel Burdiel, quien recientemente ha realizado una completa reflexión acerca de esta cuestión:
Cada individuo es inducido, desde su nacimiento, a una conversación múltiple que abarca diversos espacios y diversos interlocutores a menudo contradictorios entre sí. Es esa conversación, o conversaciones, con el entorno la que permite a cada individuo concreto considerarse como tal, pensarse, definirse, orientarse en el mundo y actuar. Es también la que le permite hablar e intervenir[5].
De este modo, volviendo a nuestra investigación sobre el posibilismo, el haber trazado la biografía de Félix Morga no significa reconstruir una postura individual, más o menos peculiar o excepcional, sino acceder a su través a toda una corriente política. Porque Félix Morga desempeñaba en el seno de la sociedad (y de la historia), siguiendo el símil de la conversación, un diálogo complejo, a través de las funciones que ejerció como líder, ideólogo y gobernante municipal.
En lo que se refiere a las relaciones que más nos interesan, las que le unen al colectivo específico de sus seguidores de carácter posibilista libertario, y también al más amplio formado por el sector republicano de izquierda, Félix Morga estableció relaciones mutuas a través de las tres facetas mencionadas.
En primer lugar, como representante de un grupo político del que formó parte, y el cual le eligió como dirigente y portavoz, ya en los cargos de la jerarquía del partido republicano en el que militó, el radical-socialista, y de los sindicatos Único y Autónomo, de carácter libertario, ya en calidad de delegado a asambleas y organismos regionales, ya en el ejercicio de un cargo público, primero el de concejal y luego el de Alcalde.
En segundo lugar, como ideólogo, transmisor de un pensamiento político adquirido durante su formación intelectual, en diálogo con fuentes a veces muy remotas, en ocasiones reelaborado, y siempre asimilado, que se encargó de propagar, bajo la forma de un discurso particular, en reuniones, hojas sueltas, manifiestos, mítines, colaboraciones periodísticas, fundamentalmente en el semanario Izquierda Republicana, y plenos del Ayuntamiento, que constituían verdaderas audiencias públicas.
Y en tercer lugar, como agente, desde el momento en que influyó en el curso de los acontecimientos, como gobernante municipal, por una parte, y por otra como líder, organizador y participante de movimientos sindicales y políticos y de sus actividades, desde fiestas de reafirmación a protestas y huelgas.
Gracias a las facetas referidas, Félix Morga cobra una dimensión colectiva, a través de la cual podemos llegar hasta aquellos que le apoyaron o le siguieron, que constituyeron su base social, y que junto a él también fueron agentes y partícipes de la historia, sus interlocutores inmediatos. Por una parte, el estudio de la gestión llevada a cabo por Morga en el Ayuntamiento, en cuestiones como el suministro de empleo, las relaciones con la Iglesia, el mantenimiento del orden público, la actitud hacia los órganos de gobierno superiores, los actos simbólicos y el comportamiento ante movimientos insurreccionales y golpistas, permiten establecer el modo en que este representante libertario ejerció el poder local, y los objetivos perseguidos con su actuación. Y, por otro lado, el análisis de su pensamiento permite, en combinación con el aspecto anterior, establecer los fundamentos ideológicos en los que se basó el apoyo al régimen democrático y la participación política de los anarcosindicalistas.
Además de con el movimiento libertario, y parte del republicano, a escala local y regional, la actividad política de Félix Morga también implica relaciones con distintas instancias: con otras fuerzas políticas y sindicales, con otros grupos sociales, con los diversos referentes culturales de la sociedad de su época y con los sistemas e instituciones de poder. Relaciones múltiples, a diferente escala (local, provincial y nacional), que se resolvieron en colaboración, resistencia u oposición, y que estuvieron sujetas a evolución a lo largo del tiempo. De este modo, en la biografía de Morga se encuentran incorporados los condicionantes en los que el movimiento posibilista libertario surgió y se desarrolló.
La primera parte de la labor que nos proponíamos ya ha quedado expuesta, esto es, la adecuación del método a la materia de estudio. Pero existen algunos factores que, además, hacen de la biografía el medio más apropiado para investigar el posibilismo libertario en particular y, en general, el movimiento obrero.
La primera de ellas es la escasez documental. Para el periodo de la Segunda República, y en mayor medida para el primer tercio de siglo XX, en La Rioja contamos con unas fuentes documentales limitadas en lo que se refiere al movimiento obrero. Además, fundamentalmente se trata de fuentes mediatizadas, ya se trate de los organismos oficiales, que pretenden controlar a dicho movimiento, aunque más a menudo reprimirlos, ya de la prensa, politizada y de signo burgués. De este modo, existen omisiones y silencios, a veces impuestos y otras debidos a la misma persecución de las organizaciones obreras, que las relegaba a la clandestinidad, y las fuentes presentan además a éstas bajo una visión sesgada, al hacer hincapié en los episodios de conflicto, que son los que cuentan con trascendencia periodística y policial. A todo lo cuál hay que sumar los persistentes efectos del proceso de damnatio memoriae desencadenado tras el triunfo de la rebelión militar en la región, que tuvo como consecuencia la destrucción de gran parte de la documentación de los sindicatos de clase y el exterminio de muchos de sus miembros. Por ello la historia del movimiento obrero riojano constituye una parte de nuestra historia deliberadamente relegada y perseguida en su tiempo, una mutilación que hemos heredado. Una de las formas de subsanar esta dificultad es la ofrecida por el enfoque biográfico, que permite integrar, en la reconstrucción de trayectorias vitales y redes de relaciones sociales, las fuentes, múltiples y de distinta naturaleza, en las que los individuos dejaron una huella de su actividad[6]. A lo que hay que añadir que aporta criterios para depurar la información mediatizada de la que dependemos. En palabras de los historiadores italianos Ginzburg y Poni:
(...) Si el ámbito de investigación está suficientemente circunscrito, cada serie de documentos puede superponerse en el tiempo y en el espacio de manera tal que nos permita encontrar al mismo individuo o grupo de individuos en contextos sociales diferentes. El hilo de Ariadna que guía al investigador en el laberinto de los archivos es el que distingue a un individuo de otro en todas las sociedades que conocemos: el nombre[7].
Estas consideraciones pueden extenderse, en general, para la historia del movimiento obrero español, al que también atañe, en muchas zonas e intervalos temporales, el problema de la escasez documental. En el caso del anarcosindicalismo, casi todas las investigaciones se centran en los periodos de actividad legal, en tanto que los de persecución o mayor intolerancia, en los que se restringe la documentación disponible, tienden a presentarse como retrocesos del movimiento[8]. Ante esta situación, la biografía constituye un elemento integrador, que, a través del vínculo personal, relaciona unos acontecimientos con otros, con frecuencia presentados como episodios aislados, hasta darles coherencia, y añade datos nuevos, antes desapercibidos o no tenidos en cuenta. Por ejemplo, en el tema concreto de la clandestinidad, el más difícil de abordar por su misma naturaleza, la biografía de Félix Morga revela que en La Rioja los anarcosindicalistas colaboraron con los republicanos en conspiraciones contra la Dictadura de Primo de Rivera casi desde la instauración de ésta, circunstancia hasta entonces ignorada por la historiografía; y de este modo, pone de manifiesto, al mismo tiempo, el hecho de que los sindicatos de la CNT contaron con cierta estructura organizativa en la región durante este periodo, circunstancia que contribuye a explicar el poderoso resurgimiento de los Sindicatos Únicos una vez proclamada la Segunda República[9].
En segundo lugar, respecto a las ventajas de la utilización del enfoque biográfico para abordar el estudio del movimiento obrero, trazar la biografía de sus líderes permite reconstruir las experiencias en las que éstos se formaron, intelectuales, laborales y vitales en general, así como los rasgos que fundamentaron su liderazgo y la articulación de su función dirigente con las otras facetas de su actividad pública y privada[10]. Esta constituye quizás la principal aportación de la biografía, al recuperar la militancia obrera como modo de vida y como cultura antagonista frente al statu quo[11]. Precisamente en nuestra investigación sobre Félix Morga comprobamos cómo en Nájera los anarcosindicalistas mantenían un espacio propio, articulado en torno al sindicato, pero también la solidaridad con los presos, las fiestas de reafirmación o los entierros civiles, desde el que ejercían el cuestionamiento radical de la sociedad de su tiempo y ofrecían proyectos y alternativas para sustituirla, conformando una cultura política que presentaba elementos comunes y ámbitos de confluencia y cooperación con la republicana[12]. La existencia de esta cultura alternativa, opuesta a la hegemónica, constituyó un factor clave en el surgimiento del posibilismo libertario, en tanto el apoyo a la Segunda República y el ejercicio del poder local, contradictorios ideológicamente con la ortodoxia anarquista, resultaban coherentes con su tradición opositora e iban encaminados a preservar su espacio de intervención en la vida pública, fundamentalmente a través de la salvaguarda de las libertades democráticas.
Antes de acabar la comunicación, es preciso poner de relieve que la biografía y, en general, el enfoque microhistórico, pueden poner al descubierto aspectos históricos pasados anteriormente por alto en las investigaciones a mayor escala, contribuyendo de este modo a introducir nuevos temas de estudio o a replantear las interpretaciones vigentes[13]. Este es el caso del trabajo realizado acerca del posibilismo libertario en Nájera, una investigación a pequeña escala que contribuye a "extender nuestro concepto de lo posible"[14]. La intervención de libertarios en el ejercicio del poder antes de la Guerra Civil ha sido considerada en la historiografía acerca de la Segunda República y del anarquismo como un fenómeno marginal, casi anecdótico, y siempre limitado al ámbito de las Cortes[15]. Desde tales supuestos científicos, el que un cenetista pudiera presentarse a las elecciones municipales de su pueblo y ejercer de concejal resulta una contradictio in terminis, un caso insólito y difícil de explicar, y, por tanto, una hipótesis descartable (de hecho, el que escribe esto la descartó en un principio). Esta expresión del posibilismo libertario ha sido excluida del filtro al que sometemos los hechos históricos y por consiguiente escapa a él.
Del mismo modo, la aceptación de la República como marco político bajo el cuál desarrollar las actividades sindicales por una parte del movimiento libertario ha sido estudiada considerando solamente los Sindicatos de Oposición, escindidos de la CNT, cuya relevancia se restringe a Cataluña y el País Valenciano[16]. No obstante, no se había tenido en cuenta hasta ahora la existencia de Sindicatos Autónomos de signo libertario en otras regiones españolas, como el que se creó durante la Segunda República en Nájera, ni se había analizado el funcionamiento de éstos[17].
Demostrar que el posibilismo libertario, en los términos definidos al principio de esta exposición, que incluyen el ejercicio del poder local y la militancia en partidos políticos republicanos, tuvo lugar efectivamente en un caso, y analizar exhaustivamente el cómo y el por qué de su aparición, permitirá reconocerlo o admitirlo como hipótesis en otros lugares, sobre la base de datos antes desestimados o interpretados en otro sentido. La investigación realizada sobre el posibilismo libertario en Nájera, a través de una biografía, la del dirigente obrero Félix Morga, colabora así a restituir en el terreno de la historia a un sujeto político hasta ahora ignorado, incorporándolo al campo de lo posible.
Queda abierto el campo para nuevas investigaciones que ayuden a precisar el alcance y los términos de la diversidad de reacciones suscitadas en el seno de la CNT por la llegada de la Segunda República, en cuyo contexto surgió el posibilismo libertario[18]. Una tarea en la que deberá considerarse como una herramienta privilegiada, tanto por las limitaciones documentales existentes como por la ubicación del problema en el plano de la cultura política, la biografía contextualizada de los dirigentes anarcosindicalistas.
NOTAS
[1] El trabajo de investigación, realizado como créditos prácticos dentro del programa de doctorado, dio como resultado el estudio Jesús RUIZ PÉREZ, Félix Morga y el posibilismo libertario en Nájera durante la Segunda República (239 pp.), defendido el pasado septiembre de 2002 en el Departamento de Humanidades de la Universidad de La Rioja, donde se encuentra en depósito [ya publicado: Jesús RUIZ, Posibilismo libertario. Félix Morga, Alcalde de Nájera (1891-1936), Nájera, Ilustre Ayuntamiento de Nájera y Universidad de La Rioja, 2003].
[2] Una reflexión reciente acerca de la necesidad de enfocar la biografía como interrelación entre individuo y sociedad, en Isabel BURDIEL, "La dama de blanco. Notas sobre la biografía histórica", en Isabel BURDIEL y Manuel PÉREZ LEDESMA (Coords.), Liberales, agitadores y conspiradores. Biografías heterodoxas del siglo XIX, Madrid, Espasa Calpe, 2000, pp. 17-47, donde además se repasa el debate suscitado en los últimos años respecto al "retorno de la biografía" y se cita bibliografía específica respecto al mismo. Para la defensa de las posibilidades de la biografía contextualizada como herramienta histórica, José ÁLVAREZ JUNCO, El Emperador del Paralelo. Lerroux y la demagogia populista, Madrid, Alianza Editorial, 1990, pp. 10-12 y 17-18, obra a la que, como reiteraremos más adelante, cabe atribuir carácter pionero y modélico en el panorama historiográfico español, y, también, Gracia GÓMEZ URDÁÑEZ, Salustiano de Olózaga. Élites políticas del liberalismo español, Logroño, Universidad de La Rioja, 2000, pp. 15-26, y Xosé Ramón VEIGA ALONSO, "Biografía y conocimiento histórico. El caso del Conde de Pallares", en Historia Contemporánea, Nº13-14 (1996),A vueltas con el sujeto, pp. 341-349. Así mismo, hay que tener en cuenta la contribución a esta perspectiva de la microhistoria (Isabel BURDIEL, "La dama...", p. 41), algunas de cuyas obras paradigmáticas toman como objeto de estudio individuos, como es el caso de Carlo GINZBURG, El queso y los gusanos, Barcelona, Muchnik, 1982, considerada como el principal exponente de esta corriente historiográfica (véase al respecto Justo SERNA y Anaclet PONS, Cómo se escribe la microhistoria. Ensayo sobre Carlo Ginzburg, Valencia, Cátedra, 2000). Dentro de la microhistoria, las relaciones entre individuo y sociedad se establecen desde la concepción de la libertad como capacidad de elección ejercida dentro de un marco de posibilidades limitado, condicionado fundamentalmente por la cultura; véanse Carlo GINZBURG, El queso..., p. 22, y Giovanni LEVI, "Sobre microhistoria", en Peter BURKE (Ed.), Formas de hacer Historia, Madrid, Alianza, 1993, pp. 119-143, aquí pp. 121, 134 y 138. Respecto a las relaciones mutuas entre los enfoques macrohistórico y microhistórico, véase también Natalie ZEMON DAVIS, "Las formas de la historia social", en Historia Social, Nº10 (primavera-verano de 1991), pp. 177-182, aquí p. 178. Aparte de las anteriores elaboraciones de carácter teórico, existen múltiples investigaciones que aplican como método la biografía contextualizada dentro del panorama historiográfico español, como los trabajos recogidos en Isabel BURDIEL y Manuel PÉREZ LEDESMA (Coords.), Biografías heterodoxas..., y los expuestos en el citado monográfico de Historia Contemporánea, Nº13-14, 1996, A vueltas con el sujeto. Algunos ejemplos significativos de la producción de biografías históricas en los años 90 por parte de contemporaneístas españoles, en Gracia GÓMEZ URDÁÑEZ, Salustiano..., p. 19.
[3] Coincidimos al respecto con Gracia GÓMEZ URDÁÑEZ, Salustiano..., p. 19 y, de la misma autora, "Salustiano de Olózaga. La necesidad de una biografía histórica", en Historia Contemporánea, nº13-14, 1996, A vueltas con el sujeto, pp. 239-250, aquí p. 241.
[4] Edward Palmer THOMPSON, William Morris. De romántico a revolucionario, Valencia, Edicions Alfons el Magànim, 1988; la primera edición en inglés se realizó en 1955. En su obra Thompson analizó la corriente socialista liderada por este diseñador, poeta y político inglés al final de su vida (entre1883 y 1896). La obra de José ÁLVAREZ JUNCO, El emperador..., está dedicada a estudiar el movimiento político dirigido por Alejandro Lerroux a principios del siglo XX en Barcelona, para caracterizarlo como de tipo populista.
[5] Isabel BURDIEL, "La dama...", p. 39.
[6] Carlo GINZBURG y Carlo PONI, "El nombre y el cómo", en Historia Social, Nº10 (primavera-verano de 1991), pp. 63-70, ponen de relieve este aspecto, asociado al método microhistórico que denominan "prosopografía desde abajo", propuesto en el artículo para la reconstrucción de la red de relaciones en que se inscriben los individuos de las "clases subalternas".
[7] Carlo GINZBURG y Carlo PONI, "El nombre...", p. 67.
[8] Clara E. LIDA, "Clandestinidad y cultura en el discurso anarquista", en Revista de Occidente, Nº129 (1992), pp. 112-119, aquí pp. 114-115.
[9] La existencia de estas conspiraciones, iniciadas en La Rioja al menos desde 1924, con frecuencia ramificaciones de complots a escala nacional, no es considerada en la monografía sobre este periodo en la región, Carlos NAVAJAS ZUBELDIA, Los cados y las comadrejas. La Dictadura de Primo de Rivera en La Rioja, Logroño, IER, 1994, faltando también la mayor parte de las mismas, con excepción de las dos últimas, de los años 1929 y 1930, en la por otra parte completísima monografía de Eduardo GONZÁLEZ CALLEJA, El maúser y el sufragio. Orden público, subversión y violencia política en la crisis de la Restauración (1917-1931), Madrid, CSIC, 1999. Así mismo, sólo se menciona la conspiración postrera contra la Dictadura, que culminó en la huelga general revolucionaria de 1930, en las obras que abordan el estudio del movimiento obrero riojano en el primer tercio del siglo XX, María José LACALZADA DE MATEO, La lucha entre dos modelos de sociedad. Aproximación al comportamiento obrero riojano (1875-1975), Logroño, Gobierno de La Rioja, 1987, y Carlos GIL ANDRÉS, Echarse a la calle. Amotinados, huelguistas y revolucionarios (La Rioja, 1890-1936), Zaragoza, PUZ, 2000.
[10] Julián CASANOVA, De la calle al frente. El anarcosindicalismo en España (1931-1939), Barcelona, Crítica, 1997, p. 251; debido a ello, este autor apunta, entre los caminos para continuar de forma enriquecedora la investigación del anarcosindicalismo en España, "hacer una clara apuesta por la biografía y la utilización de las autobiografías escritas por los propios militantes".
[11] Respecto a la consideración de estos elementos como componentes básicos del movimiento obrero, debe citarse el ya clásico estudio de Edward Palmer THOMPSON, La formación de la clase obrera en Inglaterra, Barcelona, Crítica, 1989, cuya primera edición en inglés se publicó en 1963.
[12] El tema de la existencia de una cultura política común a republicanos y anarquistas se aborda, fundamentalmente, en José ÁLVAREZ JUNCO, La ideología política del anarquismo español (1868-1910), Madrid, Siglo Veintiuno, 1976, y también, del mismo autor, en El emperador..., subrayando su utilización por Lerroux como recurso de movilización electoral de los obreros ácratas en Barcelona a principios del siglo XX, "Un anarquista español a comienzos del siglo XX: Pedro Vallina en París", en Historia Social, Valencia, Nº13, 1992, pp. 23-37, y "«Los amantes de la libertad»: la cultura republicana española a principios de siglo XX", en Nigel TOWNSON (Ed.), El republicanismo en España (1830-1977), Madrid, Alianza, 1994, pp. 265-292. Para el periodo de la Segunda República y, en general, el primer tercio del siglo XX, constituyen dos aproximaciones Ángel DUARTE, "La esperanza republicana", en Rafael CRUZ y Manuel PÉREZ LEDESMA (Eds.), Cultura y movilización en la España contemporánea, Madrid, Alianza, 1997, pp. 169-199, y Jesús RUIZ PÉREZ, Eduardo Barriobero y Herrán, exponente de una cultura política común a republicanos y anarquistas en el primer tercio del siglo XX (36 pp.), trabajo de investigación depositado en el Instituto de Estudios Riojanos, 2002 [ya publicado: Jesús RUIZ PÉREZ, “República y Anarquía: El pensamiento político de Eduardo Barriobero (1875-1939)”, Berceo, Nº144 (2003), pp. 177-202].
[13] Han incidido en este efecto los microhistoriadores, responsables en buena medida de investigaciones de tipo biográfico que han tenido el resultado descrito. Véase al respecto Natalie ZEMON DAVIS, "Las formas de la historia social", en Historia Social, Nº10 (primavera-verano de 1991), pp. 177-182, aquí p. 179, Carlo GINZBURG y Carlo PONI, "El nombre...", p. 69, donde se utiliza el concepto "excepcional normal", término originalmente acuñado por Edoardo Grendi, para designar los "casos marginales" que "funcionan como pruebas o indicios de una realidad escondida que a través de la documentación general no es posible observar", señalados por ello en el artículo como uno de los objetos relevantes del análisis microhistórico, Gionvanni LEVI, "Sobre microhistoria", p. 140, y Carlo GINZBURG, El queso..., pp. 13 y 23.
[14] Empleamos aquí la expresión utilizada por Natalie ZEMON DAVIS, "Las formas...", p. 179.
[15] El Partido Sindicalista obtuvo dos diputados en el Congreso en las elecciones de febrero de 1936, uno de ellos el fundador de esta formación, Ángel Pestaña, y el otro el abogado libertario Benito Pabón; para una aproximación biográfica al primero, Antonio ELORZA, "El sindicalismo de Ángel Pestaña", en Ángel PESTAÑA, Trayectoria sindicalista, Madrid, Tebas, 1974, pp. 5-77, y acerca del segundo véase Manuel J. PELÁEZ, "El diputado anarquista Benito Pabón y Suárez de Urbina (1ª parte)", en Cuadernos Republicanos, Nº41 (enero de 2000), pp. 109-116.
[16] Eulàlia VEGA, El trentisme a Catalunya. Divergències ideològiques en la CNT (1930-1933), Barcelona, Curial, 1980, y, de la misma autora, Anarquistas y sindicalistas durante la Segunda República. La CNT y los Sindicatos de Oposición en el País Valenciano, Valencia, Alfons el Magnànim, 1987.
[17] La presencia de Sindicatos Autónomos libertarios, escindidos de la CNT, en Cataluña y Valencia, en Eulàlia VEGA, Anarquistas..., pp. 161 y 230, y también 222-224.
[18] La diversidad de posturas evidenciada ante la instauración de un régimen democrático hace a Julián Casanova hablar al respecto de "varios anarquismos"; Julián CASANOVA, De la calle..., pp. 91.
MASONERÍA Y POSIBILISMO LIBERTARIO: LA ACTIVIDAD MASÓNICA DE MARÍN CIVERA
MASONERÍA Y POSIBILISMO LIBERTARIO:
LA ACTIVIDAD MASÓNICA DE MARÍN CIVERA Jesús RUIZ PÉREZ
LA ACTIVIDAD MASÓNICA DE MARÍN CIVERA Jesús RUIZ PÉREZ
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Sello de la colección Cuadernos de Cultura (1930-1933), dirigida por Marín Civera
Marín Civera Martínez (Valencia, 15 de abril de 1900 – México, 23 de mayo de1975) destacó, dentro del movimiento libertario español de los años 30, por su intensa labor como publicista. Vinculado al inicio de la Segunda República al sector treintista de la CNT, al final de este período se contaba entre los dirigentes del Partido Sindicalista de Ángel Pestaña[1].
Esta trayectoria permite considerar a Marín Civera un claro exponente del posibilismo libertario, concepto con el que designamos la postura de aquellos anarquistas que, sin renunciar a sus fines revolucionarios, la destrucción del Estado y del sistema capitalista, decidieron apoyar a la Segunda República e integrarse en el sistema democrático, actitud que en algunos casos se plasmó en la participación en el poder político[2].
Un aspecto menos conocido de su biografía es su dilatada pertenencia a la masonería, que se extendió de mediados de los años 20 hasta el final de la Segunda República y, probablemente, de la Guerra Civil.
En el siguiente artículo se analiza la vinculación entre la actividad de Marín Civera como libertario y aquella que desarrolló dentro de la masonería, y en especial, su proyecto de que esta institución creara un partido específico con el objeto de establecer la democracia en España, que planteó en 1928 y que permite identificarle como posibilista con anterioridad a la Segunda República. Con dicho análisis se prentende, en primer lugar, precisar los términos de la compatibilidad entre anarquismo y masonería, y, en segundo lugar, establecer los principios ideológicos en los que Marín Civera basó su postura posibilista.
1. MARÍN CIVERA, SINDICALISTA REVOLUCIONARIO
Marín Civera nació en el seno de una familia de clase media, lo que le permitió cursar estudios de contabilidad, que amplió por su cuenta con otros de literatura, filosofía y economía, adquiriendo una extensa formación intelectual. Profesional técnico, trabajó en un empresa consignataria de maderas de Grao, y en 1933 se trasladó a Madrid, tras obtener una plaza en el Instituto Nacional del Vino[3].
La relación de Marín Civera con el anarcosindicalismo, y en particular con las corrientes sindicalistas revolucionarias dentro de la CNT, se remonta a su primera juventud[4]. En diciembre de 1919 asistió al Congreso Nacional de la CNT, celebrado en el Teatro de la Comedia de Madrid, en calidad de delegado por el Sindicato Único de Emplados de Comercio de Valencia, junto a Francisco Ferrándiz[5]. En dicho Congreso la delegación de la que formaba parte Civera fue la encargada de proponer la creación de Sindicatos de Profesiones Liberales y Sindicatos de Distribución para encuadrar a los técnicos e intelectuales en el seno de la Confederación Nacional del Trabajo. La aceptación de esta medida supuso un avance en la dirección de las tesis del sindicalismo revolucionario, por cuanto estaba encaminada a poner a la organización sindical en condiciones de gestionar la producción y distribución industrial, es decir, de sustituir con éxito al sistema capitalista[6].
De 1930 al periodo final de la Segunda República la faceta por la que Marín Civera alcanzó relieve nacional, y a la que consagró todos sus esfuerzos, fue la de publicista y editor, entregado a la divulgación cultural entre los trabajadores y, en particular, a la difusión de los principios del sindicalismo revolucionario. Emprendió esta tarea con la edición de una biblioteca de folletos a precios asequibles, Cuadernos de Cultura, que entre 1930 y 1933 alcanzó casi el centenar de ejemplares publicados[7]. Dirigida a la educación autodidacta, ofertaba libros sobre una gran variedad de disciplinas, “Política, Economía, Sociología, Derecho, Ciencias Naturales y Aplicadas, Geografía, Historia, Filosofía, Religiones, Arte, Literatura, Fisiología e Higiene”, tratadas tanto por científicos como por autores de distintas tendencias políticas (libertarios, republicanos, socialistas, comunistas), aunque todos ellos unidos, en palabras de Marín Civera, por su condición “liberal”[8]. Se trataba por tanto de una colección plural en temas y perspectivas, “de sentido ecléctico”, tal y como se presentó ante los lectores[9]. Este eclecticismo implicaba una particular concepción de la educación: en oposición al adoctrinamiento, pasivo y unívoco, se ofrecían al lector materiales de estudio para que, reflexionando sobre ellos, llegara a formarse un criterio sobre las cuestiones tratadas[10].
“Vamos a exponer para que el hombre elija, acepte o reforme; nosotros no recomendamos ningún sistema, ni nos hacemos solidarios de cualquier deducción doctrinal que puedan deslizar los colaboradores”[11].
El segundo proyecto editorial de divulgación animado por Marín Civera fue la revista Orto, publicada entre 1932 y 1934. Dicha revista también hizo gala de eclecticismo, y si bien se centró en desentrañar el funcionamiento de la economía y las propuestas alternativas a la organización capitalista, concediendo protagonismo a la exposición de los análisis y concepciones del sindicalismo revolucionario de la mano de sus representantes más destacados (Cornelissen, Besnard, Pestaña), también incluyó los trabajos de autores marxistas, y no desdeñó abordar temas laterales, como la eugenesia o el anticlericalismo[12].
A la labor realizada desde estas plataformas editoriales hay que unir la publicación de obras de autoría propia, la mayor parte, a su vez, de divulgación, planteadas como introducción a la trayectoria histórica y los planteamientos de algunas corrientes de pensamiento político y económico, en particular el socialismo marxista y el sindicalismo revolucionario: El marxismo. Origen, Desarrollo y Transformación, Madrid, 1930, Socialismo (Nº1 de Cuadernos de Cultura), Valencia, 1930, La formación de la Economía Política (Nº5 de Cuadernos de Cultura), Valencia, 1930, El Sindicalismo. Historia, Filosofía, Economía, Valencia, 1931, y El sindicalismo y la economía actual, Madrid, 1936.
En la última etapa de la Segunda República tuvo lugar la adhesión de Marín Civera al Partido Sindicalista, concebido como instrumento de participación política al servicio del sindicalismo revolucionario. Destacado miembro del mismo, al inicio de la Guerra Civil se hizo cargo de la dirección de El Pueblo, de Valencia, y Mañana, de Barcelona, órganos del PS y, tras la muerte de Ángel Pestaña, en noviembre de 1937, pasó a sustituirle como Presidente del partido a escala nacional[13].
2. MARÍN CIVERA, MASÓN
Marín Civera fue iniciado el 20 de enero de 1925 en la Logia Patria Nueva Nº 4 de Grao, Valencia, perteneciente al Grande Oriente Español, con el nombre simbólico “Mario”. Exaltado al Grado 2º en junio de 1925 y al 3º en noviembre de 1925, desempeñó con frecuencia, dentro de su Logia, los cargos de mayor responsabilidad: Venerable Maestro, en 1928, Segundo Vigilante, en 1932, y Primer Vigilante, en 1933[14]. Así mismo gozó de la confianza y el reconocimiento de la Gran Logia Regional de Levante, que le eligió para ostentar su representación en distintas tareas[15]: cuando dicha Logia Regional constituyó, en marzo de 1928, la Fundación Cultural Blasco Ibáñez, Marín Civera formó parte, como Vocal, de la Comisión Gestora encargada de iniciar su funcionamiento[16]; tres meses más tarde asistió como representante oficial de la masonería de Levante a la Asamblea Nacional Simbólica celebrada en Gijón[17]; a mediados de 1930 se le designó Segundo Vigilante de la Comisión de Gobierno de la Regional Centro, establecida de modo interino en Valencia por decisión del Gran Consejo Federal Simbólico, ante los conflictos internos surgidos en el seno de la masonería madrileña[18]; y en julio de 1934 se le incluyó entre los Maestros Masones que reunían condiciones para ser elegidos Gran Maestre Nacional.
Aunque el anterior constituye el último dato inequívoco de la continuidad de Marín Civera como miembro activo dentro de la Orden, existen indicios de que ésta se prolongó hasta el final de la Guerra Civil. El primero, la carta escrita por Civera a un hermano masón fechada el 15 de julio de 1936, de cuyo texto, que comentaremos más adelante, se deduce la pervivencia de su identificación con las instituciones masónicas[19]. El segundo, el artículo de Marín Civera, que también se comentará más adelante, “Recordando a Anselmo Lorenzo, anarquista y masón”, escrito durante la Guerra Civil para su publicación enEl Sindicalista, de Madrid, uno de los órganos del PS[20]. En tercer lugar, al inicio de su exilio en Francia, periodo en el que quedó recluido en un campo de refugiados, recibió por parte de algunos masones la oferta de gestionar su salida, trato de favor que rechazó por compañerismo hacia el resto de internados, y que permite suponer que aún formaba parte de la Orden, o al menos mantenía con ella relaciones muy cordiales[21].
3. COMPATIBILIDAD ENTRE MASONERÍA Y MOVIMIENTO LIBERTARIO
Marín Civera concilió durante varios años su pertenencia a la masonería con su condición de destacado teórico y publicista libertario. Este hecho nos obliga a abordar una cuestión a la que la historiografía especializada ya ha realizado algunas aproximaciones: los términos en los que se estableció la relación entre masonería y anarquismo.
3.1. Estado de la cuestión
Para explicar la pertenencia masónica de destacadas figuras del movimiento libertario español, entre el último tercio del siglo XIX y el primero del siglo XX, se ha señalado, con acierto, la existencia de varios elementos de identidad entre anarquismo y masonería. En primer lugar, ambas corrientes pretendían transformar moralmente al individuo a fin de alcanzar una sociedad perfecta, basada en la fraternidad de todos los hombres, y confiaban en la educación como medio para alcanzar tal objetivo. Y, en estrecha vinculación con el punto anterior, ambas compartían la fe en la ciencia y la razón, concebidas como impulsoras del bienestar y el progreso del hombre, el ejercicio del librepensamiento y un marcado anticlericalismo, derivado de considerar a la Iglesia un poderoso agente de control ideológico, garante de la reacción y responsable del fanatismo y el atraso de la sociedad[22].
Junto a esta base ideológica común se ha subrayado como principal obstáculo a la compatibilidad entre masonería y anarquismo el carácter pequeñoburgués y reformista de la primera, contrapuesto a la condición obrera y revolucionaria del segundo[23]. Este enfoque se corresponde, de hecho, con la crítica a la masonería expresada en la época por parte del movimiento obrero, tanto marxista como anarquista[24]. Al asumir este planteamiento los autores que han abordado el tema suelen adjudicarle rango de contradicción insoslayable, fuente de tensión continua en los libertarios que optaron por ingresar en la masonería. Tal perspectiva acaba por negar la compatibilidad entre anarquismo y masonería: conduce a la conclusión de que un anarquista no podía ser, sinceramente y con pleno conocimiento de causa, un masón auténtico. Partiendo de esta premisa, el ingreso de ácratas en la Orden queda explicado en base a una combinación de: (1) elementos favorables: las analogías ideológicas ya expuestas, (2) factores coyunturales: por lo normal, una situación de represión sobre el movimiento libertario, y (3) consideraciones instrumentales: el deseo de usar las logias como caja de resonancia para ejercer el proselitismo[25].
Sin embargo, como pretende demostrarse a lo largo del presente trabajo, Marín Civera constituyó un ejemplo de pertenencia consecuente a la Orden. El estudio de su caso contribuirá a precisar las premisas en las que residía la compatibilidad entre anarquismo y masonería y a probar, por tanto, que ésta fue posible[26]. Algo que, por supuesto, no refuta la hipótesis de que la trayectoria masónica de otros libertarios respondiera a motivos distintos de la convicción personal, de tipo táctico o instrumental.
3. 2. La pertenencia masónica como convicción personal
¿Qué significaba ser masón?
Sin nos atenemos a la definición suministrada tanto por la historiografía como por la propia institución, la masonería era ante todo una escuela de formación del espíritu, intelectual y moral, caracterizada por el humanismo, entendiendo por éste el sistema de pensamiento que asienta su escala de valores en el desarrollo pleno de los individuos.
“La masonería no es un partido político, ni un sindicato; tampoco es una religión, ni una secta”[27].
“La masonería se puede considerar, (...), desde su nacimiento, como una escuela de formación humana (...), (...) una asociación cosmopolita que acoge en su seno a hombres de diferente lengua, cultura, religión, raza, e incluso convicciones políticas, pero que coinciden en el deseo común de perfeccionarse por medio de una simbología de naturaleza mística o racional, y de prestar ayuda a los demás a través de la filantropía y la educación”[28].
“La Francmasonería es un movimiento del espíritu, dentro del cual tienen cabida todas las tendencias y convicciones favorables al mejoramiento moral y material del género humano. La Francmasonería no se hace órgano de ninguna tendencia política o social determinada. Su misión es la de estudiar desinteresadamente todos los problemas que conciernen a la vida de la humanidad para hacer su vida más fraternal”[29].
La actividad cotidiana de las logias estaba dedicada, de modo primordial, a la formación mutua de sus miembros, a través de la discusión de temas de debate. Y conllevaba, junto a este tipo de “trabajos”, gran número de tareas rutinarias. Así lo destacó el dirigente anarcosindicalista Vicente Ballester, miembro de la Gran Logia Española durante la Dictadura de Primo de Rivera, al hacer notar a sus compañeros que algunos “elementos valiosos”, tras ser iniciados, “cuando ven la luz y con ella la monotonía de los trabajos se marchan decepcionados”[30].
Si bien la masonería demostró ser sensible ante “la cuestión social”, conforme ésta se hacía un problema más acuciante, y la integró a los temas discutidos en los talleres, nunca llegó a adoptar una postura concluyente frente a la misma, y ésta ocupó un lugar accesorio entre sus preocupaciones. Conviene también matizar su reformismo, que estribó, no en garantizar la intangibilidad del sistema capitalista en sí, sino en excluir las soluciones violentas al conflicto entre capital y trabajo, como se desprende tanto de sus esporádicas actuaciones en el mundo profano en labores de mediación como de la tendencia que predominó en sus declaraciones, el reconocimiento del trabajo como única fuente legítima de riqueza[31].
El ingreso en la masonería, como decisión personal, implicaba el deseo de cooperar en el aprendizaje con personas que compartían las mismas inquietudes de formación del espíritu. El que algunos anarquistas pudieran aceptar como interlocutores en esta tarea a los hermanos de las logias, en su mayoría burgueses, y atribuir al intercambio intelectual con ellos una cualidad perfeccionadora constituye una expresión más del eclecticismo libertario y el concepto de la educación inherente al mismo. Como ya se ha comentado, resulta paradigmática en este aspecto la actitud de Marín Civera, cuya colección Cuadernos de Cultura no vacilaba en incorporar autores burgueses, elección que equivalía a apreciar como valiosos sus conocimientos y argumentaciones.
La hipótesis anterior queda avalada por el hecho de que la atracción por la masonería se diera entre libertarios que disponían de una educación sobresaliente. Si una cosa tenían en común Anselmo Lorenzo, Francisco Ferrer Guardia, José Sánchez Rosa, Eleuterio Quintanilla, Vicente Ballester, Pedro Vallina y Marín Civera, ésta era el poseer una notable formación intelectual.
3. 3. Una afinidad básica: el humanismo
El ingreso en la masonería, como convicción personal, requería una afinidad profunda. De entre los referentes ideológicos comunes a anarquismo y masonería, expuestos al principio de este apartado, destaca uno básico: la ética de tipo humanista.
El anarquismo se funda, en esencia, en un imperativo moral, inspirado en el humanismo: su objetivo es pasar de una organización de la sociedad basada en el beneficio propio, el dominio de unos hombres sobre otros y el enfrentamiento, a otra regida por la fraternidad y la cooperación. La anarquía, la más completa libertad e igualdad, sólo se puede conseguir librando a la humanidad del lastre del egoísmo y los fanatismos (racismo, nacionalismo) que la dividen. Para los libertarios la formación de un hombre nuevo, despojado de tales taras, objetivo que, como hemos visto, compartían con la masonería, equivalía a cumplir su aspiración suprema. Una vez alcanzada esta transformación moral, el capitalismo y el Estado, la explotación y la tiranía, no podrían pervivir, y desaparecerían junto con su causas[32].
El humanismo constituyó un ingrediente fundamental en el pensamiento sindicalista de Marín Civera. Un buen ejemplo lo representa el artículo con el que, a manera de declaración de principios, abrió el primer número de Orto, “A modo de introducción. El sentido humano de la economía”, escogido también, significativamente, para encabezar cuatro años después su obra El Sindicalismo y la economía actual[33].
Este texto constituye un ataque a la organización de la economía capitalista basado en razones morales: su ineficacia en términos sociales, es decir, humanos, debido a que sólo está regida por el egoísmo. La solución defendida por Marín Civera es aquella que concilia la racionalidad y la ética: poner el progreso técnico, las inmensas capacidades productivas desarrolladas por el capitalismo, al servicio del hombre, “para que contrariamente a lo que ocurre en la actualidad sirva para realizar fines humanos que no sean bastardeados por la intención del lucro”[34]. Algo que propone utilizando precisamente la metáfora masónica de “pulir la piedra”:
El signo de nuestro tiempo es el de dar un alma a la máquina, el de vencer esa fuerza ciega. ¿Cómo? Uniéndola al carro de una Ética superior. De una Ética que pula la rebaba de su inconsciencia[35].
Marín Civera define esta tarea, redentora de la humanidad en su conjunto, como un “vasto plan de construcción y rectificación de todos los valores humanos”, siendo su meta “la convivencia armónica”, sin dominaciones de una clase sobre otra[36].
De modo paralelo Civera identificó también la esencia de la masonería en la ética de tipo humanista. Así hizo residir en ella el fundamento de su apología de Anselmo Lorenzo como masón:
“Anselmo Lorenzo había escogido el camino de la acracia como una superación profana de su iniciación masónica. Su sueño era el hombre perfecto en su virtud austera y en su alta moral.
Su anarquismo nacía más bien de la contemplación serena del dolor humano y de la rebusca del sentimiento entre los afanes para el logro de una moral naturalísima y alejada por completo de la fría dialéctica especulativa. (...)
(...) Anarquista y masón, Anselmo Lorenzo vivirá en la memoria de todos como ejemplo máximo de bondad y de virtud”[37].
Otro ejemplo lo constituye la plancha que Marín Civera elevó a la GLR de Levante con el propóstio de que fuera defendida en la Asamblea Nacional Simbólica de 1928. La extensa argumentación incluida en la misma representa una condena en términos morales del capitalismo, considerado como el triunfo del “individualismo liberal”, basado en la ambición y caracterizado por el desprecio al “factor hombre”, y encomienda a la masonería la labor de orientar a la humanidad hacia una nueva organización de la sociedad, en la que cada persona pueda desarrollarse plenamente, cubiertas sus necesidades materiales e intelectuales. Y en contraposición al egoísmo, Civera propone como principio ético el formulado por Kant: “el hombre es un fin en sí mismo”[38].
3.4. La educación como origen de la transformación social
Anarquistas y masones propugnaron la educación como medio de reforma moral, condición y germen de la transformación social. Y precisamente la intervención de la masonería en el mundo profano destacó en el campo de la pedagogía, a través del patrocinio a la enseñanza laica y racionalista. En el caso de Marín Civera el esfuerzo resulta más patente, en tanto la Fundación Cultural Blasco Ibáñez constituyó un proyecto educativo promovido en exclusiva por la Gran Logia Regional de Levante, que contemplaba la creación de una Biblioteca popular, la construcción de un grupo de Escuelas Nuevas y la formación de una Colonia Escolar permanente en Buñol[39]. Actuaciones en el mismo sentido pueden rastrearse en la actividad de algunas de las logias a las que pertenecieron libertarios (Anselmo Lorenzo, Eleuterio Quintanilla, Vicente Ballester)[40]; un esfuerzo pedagógico complementario del desarrollado por los mismos anarquistas masones: junto al caso paradigmático de Ferrer Guardia, cabe señalar que Anselmo Lorenzo trabajó como traductor para la Escuela Moderna, y Sánchez Rosa y Eleuterio Quintanilla eran a su vez maestros racionalistas.
En lo que respecta a Marín Civera, sabemos que identificó explícitamente los objetivos de la masonería con los perseguidos en su actividad como publicista y editor en pro de la divulgación cultural. Así solicitó la colaboración de las logias en la promoción de Cuadernos de Cultura, que definió como “obra completamente masónica e inspirada por un noble deseo de liberalización cultural” que “necesita del apoyo de todos los HH.: y profanos que sientan el desinteresado impulso de la dignificación humana” [41]. Y del mismo modo se refirió a su libro El Sindicalismo y la economía actual, publicado en abril de 1936, momento en que ya pertenecía al Partido Sindicalista, como “inspirado en las normas fraternas aprendidas en la convivencia humanística y elevada de nuestras instituciones”[42].
Por último cabe señalar el hecho de que como editor Marín Civera publicó, tanto en Cuadernos de Cultura como en la Biblioteca Orto, obras acerca de la masonería, escritas por los masones Matías Usero Torrente y Pedro González-Blanco, e incluso un tratado masónico, el primer volumen de Latomía[43]. La difusión de los principios de la masonería, que ya había propuesto en la mencionada plancha de 1928, quedaba así integrada en su proyecto de emancipación a través de la cultura.
4. MASONERÍA Y POSIBILISMO LIBERTARIO
Hasta aquí hemos expuesto la afinidad esencial que posibilitó la conciliación entre anarquismo y masonería, evidente en el caso de Marín Civera, y de la que existen al menos indicios en el de otros ácratas masones. Ahora analizaremos los términos en los que Marín Civera se mostró partidario de la intervención de la Orden en la política nacional, a fin de identificar los principios ideológicos en los que se fundó su posibilismo, saldado al final de la etapa republicana con la afiliación al Partido Sindicalista.
Marín Civera formalizó su propuesta en aquella plancha, ya aludida repetidas veces, que confeccionó con la intención de que se discutiera en la Asamblea Nacional Simbólica de 1928. Civera remitió la plancha a José Estruch, Gran Maestre de la GLR de Levante, acompañada de una carta, fechada el 13 de febrero de 1928, en la que presentaba el trabajo como “la ampliación, razonada y concreta de nuestra proposición elevada a la anterior Gran Asamblea Nacional”[44]. Nos inclinamos a pensar que la autoría de tal proposición precedente correspondió al mismo Civera, por razones de concepto y estilo. En ella se establecía la dependencia de la redención espiritual respecto de la económica, y se postulaba la consecución de ambas como el deber de la masonería, proponiendo como medio para llevar a cabo dicha tarea “la propaganda por la emancipación integral del hombre” y el fomento de la instrucción, en particular “la enseñanza laica”[45]. La plancha que ahora remitía Civera a Estruch, más extensa, y más concreta en lo que se refiere a la definición de objetivos, corrió peor suerte y no llegó a debatirse la Asamblea Nacional[46].
En el documento redactado en 1928 Marín Civera propone la intervención de la masonería en la vida profana con el objetivo de instaurar una democracia, tarea que presenta como de realización de los principios masónicos. La necesidad de este intervencionsimo se justifica ante la vigencia de la Dictadura, pero también ante la perspectiva de su caída, a fin de que la transformación social se haga de modo ordenado.
“Cuando hay, como en la actualidad, tantos obstáculos a derribar, que se oponen al libre desenvolvimiento de la humanidad, [la Orden] debe salir de su acción contemplativa; nunca permanecer inactiva. Los tiempos así lo reclaman.”
“El pueblo se cansa ya de esperar y es muy posible que rebase sus cauces normales para conducirnos, a la fuerza, por derroteros que luego reprobaríamos, pero que los justificaría nuestra inercia.
Que sea la Francmasonería el freno de los dos extremismos.
Que salga del campo de la acción y plasme – con el desinterés, nobleza y altruismo que la caracteriza – los bellos postulados que le sirven de norma. Postulados que, como veremos más adelante, encajan perfectamente en una Democracia pura.”
Civera define la política como “filosofía aplicada”, disciplina encargada de hacer progresar a la humanidad en la medida de las posibilidades ofrecidas por la realidad.
“El político (...) es el que sabe evitar las revoluciones por la evolución constante.”
“La Francmasonería, puesto que ostenta un ideal fundamentalmente humano, ha de tratar de realizarlo de la manera más conveniente, pudiendo, por esto, decirse que es por esencia política, en el más elevado sentido de la palabra.”
Existe aquí analogía con uno de los principios del sindicalismo, la necesidad de acometer la transformación social conforme a un plan preciso; de hecho Orto nació con esta vocación, la de establecer con claridad la forma de construir la nueva sociedad a partir del estudio de la vigente. Civera revela una vez más la íntima relación entre su concepción de la masonería y su actividad dentro del movimiento libertario al trasvasar un cometido similar a la Orden, que, según sus palabras, para hallar la fórmula de la emancipación, “una solución certera”, se encargaría de analizar “los fenómenos humanos”; lo que le lleva a afirmar: “La Francmasonería es la sociología”.
Marín Civera, para mayor claridad, incluye en el trabajo “una síntesis de lo que se ha dicho en materia sociológica”, cuya argumentación ética ya se ha comentado. Del repaso que hace a la evolución histórica de las sociedades surge la propopuesta de un objetivo inmediato: la democracia. A desarrollar las característica de este sistema dedica un esquema de puntos mínimos, de entre los que destacan, por definir esta democracia como burguesa:
“NORMAS FORMALES
República democrática
Libertad absoluta de pensamiento, manifestación y reunión
PROCEDIMIENTO
Sufragio universal
Organismos técnicos elegidos”
El último aspecto se encuentra relacionado con una organización racional de la economía, y conlleva cierto intervencionismo, pero eso es todo. Dentro de estos puntos mínimos Civera se limita a plantear ciertas garantías laborales, entre ellas “sindicación profesional” y “retribución justa del trabajo”.
No obstante encontramos desarrollado a parte, como no podía ser menos, en calidad de ampliación a esta “base programática”, lo que puede considerarse un planteamiento acorde con una organización de la economía de tipo socialista (sensu lato):
“El trabajo es la fuente de toda riqueza (...). Abolición de todo privilegio económico que no se funde en el esfuerzo y en la capacidad”.
“Organización científica del trabajo y racionalización del mismo”.
“Tendencia a la abolición del hombre como concepto de HOMBRE-MERCANCÍA”.
Lo que plantea Marín Civera como objetivo inmediato de la masonería es la instauración de una democracia de tipo burgués, aunque correctora de las desigualdades económicas, en tanto respetuosa con los derechos laborales. Pero, y de ahí la ampliación a los mínimos, reconoce que dicho régimen constituye un estadio que será superado en el futuro por otros de tipos socialista, que identifica con la “Democracia pura”.
“Ahora bien: del punto medio democrático parten nuevas direcciones de avance, unas en vías de realización y otras en teoría pura, pero casi todas de carácter antiindividualista”.
Civera se limita a enumerar brevemente estas organizaciones alternativas, sin pronunciarse por ninguna, “dejando aparte la razón o sinrazón de todas las teorías expuestas”: anarquismo, socialismo de Estado, sindicalismo revolucionario, el “sindicalismo integral” de León Duguit y la “sociocracia” de Fourniere. No obstante el principio que actúa como motor en su exposición del devenir social, encabezada por el título “De la autocracia a la anacracia”, es la desaparición progresiva del dominio de la autoridad sobre los hombres. Lo cual, unido a las apuntadas aspiraciones en materia económica, permite identificar la organización social futura, como no podía ser menos, de nuevo, como sindicalista libertaria.
El medio propugnado por Civera para lograr la instauración de la democracia, y su posterior superación, descansa en la creación de un partido político de inspiración masónica, encargado de difundir los principios de la masonería entre el pueblo.
“[La masonería] no debe, en efecto, orientarse hacia partido político alguno; mas no puede rehuir a la formación de una articulación política paralela a su Orden y que plasme en lo real (...) sus sublimes postulados”.
“La Francmasonería no debe, no puede ver con indiferencia la opresión y las amputaciones sociales. La Francmasonería debe, precisamente en estos momentos de vacilación política, de oscilación entre dos extremismos, salir al paso y velar por los derechos de la Democracia pura (...).
Es preciso, pues, salir de esta confusión doctrinal y sacar de la actualidad una doctrina coherente, clara, que, encerrada en lo relativo, sea el punto de partida de nuevas realizaciones. (...)
(...) Este partido que propugnamos, y que podría formarse paralelamente y al margen de la organización masónica, vendría a ser el brazo ejecutor, coherente y ordenado, de sus postulados.
Para lo cual sería necesario que hiciese una declaración, al igual que la de los derechos del Hombre, para que el pueblo tenga siempre a la vista sus derechos naturales y compare los hechos de sus gobernantes y nunca se deje oprimir por la tiranía; (...); para que sepa que el fin de la sociedad es la dicha común e instituya un gobierno que garantice al hombre el goce de sus derechos; (...); para que no pueda haber desigualdades ante la ley y para que ésta sea la libre y solemne expresión de su voluntad; (...); para que pueda reunirse sin trabas y mantener libre su conciencia; (...); y para que, finalmente, el hombre, asentándose en la base de la Democracia, pueda exclamar con orgullo que está en camino de su verdadera salvación y que va a empezar su verdadera historia.
Con estas líneas programáticas, que son, indudablemente, el punto de coincidencia de todos los partidos, lanzarse a la conquista de prosélitos en el mundo profano e ir detallando y estructurando otro programa definitivo, (...) para el cual se puede tomar, si se quiere, la seriación democrática [el análisis de las características de la Democracia pura] expresada en el curso de este trabajo”.
En la anterior exposición podemos identificar los fundamentos ideológicos del posibilismo libertario en el pensamiento de Marín Civera. Civera se mostró partidario de la instauración de una democracia burguesa, definida por el respeto a las libertades civiles y los derechos laborales, desde el convencimiento de que constituía una etapa de necesaria transición hacia formas de organización social más equitativas. Una visión esta última deudora de la interpretación teleológica de la historia como continuo avance hacia formas de organización social cada vez más perfectas, común a todo el ámbito de la izquierda y a la propia masonería[47].
5. CONCLUSIÓN
Junto a las actuaciones de tipo educativo, la actividad de la masonería dentro de la vida profana se centró en la defensa de la democracia, las libertades y los derechos civiles[48]. Al aceptar la actuación en este espacio desde la convicción de que era imprescindible lograr tales objetivos dentro del sistema capitalista burgués, Marín Civera constituye un caso redondo de compatibilidad entre anarquismo y masonería.
A la luz de este caso cabe plantear si la pertenencia masónica de libertarios es suscpetible de ser considerada un indicio de posibilismo. En principio, la respuesta no puede ser concluyente, debiendo someterse a análisis cada situación particular.
De acuerdo con la hipótesis de partida, avalada por el propio ejemplo de Marín Civera, la compatibilidad entre anarquismo y masonería se explica de modo suficiente por una afinidad esencial, basada en principios comunes: el humanismo y el objetivo de lograr la transformación moral de la sociedad a través de la pedagogía. Y las iniciativas garantistas de la Orden, tales como las reivindicaciones de libertad de prensa y asociación, las peticiones de indulto o las de amnistía en favor de los presos sociales, y la misma conspiración contra la Dictadura, contaron por lo normal con la adhesión del movimiento libertario.
Sí se puede afirmar, no obstante, que el ingreso en la masonería suponía aceptar la colaboración en pro de la emancipación social con una institución integrada de modo mayoritario por la burguesía, y en particular por políticos de signo liberal o republicano, lo cual situaba a los libertarios, al menos, en predisposición para aceptar el posibilismo. A ello apuntan, por ejemplo, las ambiguas relaciones de Quintanilla hacia Melquiades Álvarez y los reformistas gijoneses en 1917[49], o, más claramente, el apoyo prestado por Pedro Vallina a la “candidatura republicana revolucionaria federalista andaluza”, en las elecciones a Cortes Constituyentes de 1931, y sus simpatías hacia el proyecto político de quien la animó, el andalucista Blas Infante[50].
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http://www.filosofia.org/ave/001/a047.htm
http://www.filosofia.org/ave/001/a047.htm
NOTAS
[1] Acerca de las actividades y el pensamiento de Marín Civera en el contexto de las divisiones internas que afloraron en el anarcosindicalismo durante la Segunda República, PANIAGUA, J., “Estudio preliminar”, PANIAGUA, J. (Ed.), Orto (1932-1934). Revista de documentación social, Valencia, 2001, vol. 1, pp. XV-LVIII.
[2] El posibilismo libertario es el tema de la Tesis Doctoral que se encuentra desarrollando el autor de estas páginas. Constituye un primer acercamiento a dicho tema, a través del análisis exhaustivo de un caso concreto, el verificado en la localidad riojana de Nájera, nuestra Tesis de Licenciatura, que se publicará en breve bajo el título de RUIZ, J., Posibilismo libertario. Félix Morga, Alcalde de Nájera (1891-1936) [ya publicado: Nájera, 2003]. Véase también RUIZ, J., “Fundamentos ideológicos del posibilismo libertario bajo la II República. Las razones de Félix Morga, Alcalde de Nájera, «comunista y libertario»”, Brocar, Logroño, Nº25 (2001), pp. 163-178. En PANIAGUA, J., “Estudio preliminar”, pp. XXVII-XXIX, ya se utiliza el término posibilismo para definir la actitud hacia la política de las tendencias anarcosindicalistas a las que se vinculó Marín Civera.
[3] PANIAGUA, J., “Estudio preliminar”, pp. XVI y LVI; también TAVERA, S., “Civera Martínez, Marí”, MARTÍNEZ DE SAS, M. T., y PAGÉS I BLANCH, P. (Coord.), Diccionari biogràfic del moviment obrer als països catalans, Barcelona, 2000, pp. 386-387.
[4] Acerca del sindicalismo revolucionario, tendencia del movimiento libertario que adjudicaba a los Sindicatos la gestión de la economía una vez destruidos el capitalismo y el Estado, PANIAGUA, J., La sociedad libertaria. Agrarismo e industrialización en el anarquismo español (1930-1939), Barcelona, 1982, pp. 115-197, donde las páginas 182-190 se dedican a la concepción particular sustentada por Marín Civera.
[5] CNT, Memoria del Congreso celebrado en el Teatro de la Comedia de Madrid los días 10 al 18 de Diciembre de 1919, Barcelona, 1932, p. 27.
[6] CNT, Memoria..., pp. 44, 200 y 210-212, y BAR, A., La CNT en los años rojos. Del sindicalismo revolucionario al anarcosindicalismo (1910-1926), Madrid, 1981, pp. 543-550, donde este dictamen se pone en relación con otros acuerdos del Congreso dirigidos en el mismo sentido, de entre los que destaca la adopción de una nueva estructura organizativa para la CNT, basada en los Sindicatos Únicos de Industria.
[7] Una relación casi completa de los títulos de la colección se encuentra en la página web del Proyecto Filosofía en Español, “Cuadernos de Cultura (1930-1933)”,http://www.filosofia.org/ave/001/a047.htm.
[8] La cita que contiene el “plan de enseñanzas” está tomada de la declaración de principios de la colección, que apareció en la contraportada del Nº1, CIVERA, M., Socialismo, Valencia, 1930; la misma se recoge literalmente en Proyecto Filosofía en Español, “Cuadernos de Cultura...”, y en NAVARRO NAVARRO, F. J., “El Paraíso de la Razón”. La revista Estudios (1928-1937) y el mundo cultural anarquista, Valencia, 1997, p. 221n. Acerca de la pluralidad ideológica de los autores, TAVERA, S., “Civera Martínez...”, p. 386. Para el calificativo “liberal”, carta de Marín Civera a una logia sin identificar, Valencia, 29 de enero de 1931, en Archivo General de la Guerra Civil Española (AGGCE), Masonería, Serie B, Leg. 25, Exp. 19.
[10] Respecto al método de enseñanza expuesto, propio del movimiento libertario, ÁLVAREZ JUNCO, J., La ideología política del anarquismo español (1868-1910), Madrid, 1976, pp. 527-528. Para la comprensión del concepto de eclecticismo resulta de gran utilidad la obra de NAVARRO NAVARRO, F. J., “El Paraíso...”, dedicada al análisis de Estudios, “Revista ecléctica”; una interpretación del eclecticismo como muestra de la flexibilidad ideológica que caracterizó al movimiento libertario español, frente a la mayor rigidez doctrinal del marxismo, en pp. 229-230. Consideraciones similares respecto a la “Biblioteca Prensa Roja”, descrita como típicamente anarquista, en SANTONJA, G., La insurrección literaria. La novela revolucionaria de quiosco (1905-1939), Madrid, 2000, pp. 108-111. Cabe señalar aquí que Estudios se ocupó de la distribución y venta de Cuadernos de Cultura cuando la colección inició su andadura.
[12] PANIAGUA, J., “Estudio preliminar”, pp. XV-XIX. Paniagua relaciona la presencia de marxistas en Orto con la concepción del sindicalismo, por parte de Civera, como síntesis del marxismo y el anarquismo.
[13] TAVERA, S., “Civera Martínez...”, p. 387, y PANIAGUA, J., “Estudio preliminar”, pp. LVI-LVII y, también, pp. XXVIIn.-XXVIII. Más acerca del Partido Sindicalista en ELORZA, A., “El sindicalismo de Ángel Pestaña”, PESTAÑA, A., Trayectoria sindicalista, Madrid, 1974, pp. 5-77, aquí pp. 64-72.
[14] AGGCE, Masonería, Serie B, Leg. 25, Exp. 19, expediente personal de Marín Civera Martínez, y, también, AGGCE, Masonería, Serie A, Leg. 779, Exp. 6, donde se encuentra la documentación de la Logia Patria Nueva, fuente de la mayor parte de los datos recogidos por la Delegación Nacional de Recuperación de Documentos en el citado expediente personal.
[16] LÁZARO LORENTE, L. M., “Blasco Ibáñez: Masonería, Librepensamiento, Republicanismo y Educación”, en FERRER BENIMELI, J. A. (Coord.), Masonería, Revolución y Reacción. IV Symposium Internacional de Historia de la Masonería Española, Alicante, 1990, pp. 213-225, aquí pp. 221-222.
[17] GOE, VII Asamblea Nacional Simbólica. Celebrada en los Valles de Gijón los días 18, 19, 20, 21, 22, 23 y 24 de junio de 1928, Sevilla, 1928, p. 8. Marín Civera integró la delegación en calidad de representante suplente.
[18] Acerca de la constitución de esta Comisión de Gobierno interina, y los acontecimientos que motivaron su creación, véase GÓMEZ MOLLEDA, M. D., La masonería en la crisis española del siglo XX, Madrid, 1986, pp. 174-176 y 227-228.
[19] Como en el caso de las anteriores referencias, remitimos a AGGCE, Masonería, Serie B, Leg. 25, Exp. 19.
[20] AGGCE, Sección Político Social, Madrid, Leg. 848. La copia que se encuentra aquí es un borrador escrito a máquina, sin fecha; no hemos localizado aún el artículo publicado.
[21] PANIAGUA, J., “Estudio preliminar”, p. LIII.
[22] Véase al respecto OLIVÉ SERRET, E., “El movimiento anarquista catalán y la masonería en el último tercio del siglo XIX. Anselmo Lorenzo y la logia Hijos del Trabajo”, FERRER BENIMELI, J. A. (Coord.), La masonería en la Historia de España. Actas del I Symposium de metodología aplicada a la historia de la masonería española, Zaragoza, 1985, pp. 131-151, SÁNCHEZ FERRÉ, P., “Anselmo Lorenzo, anarquista y masón”, Historia 16, Madrid, Nº105 (1985), pp. 25-33, SÁNCHEZ FERRÉ, P., La maçoneria a Catalunya (1868-1936), Barcelona, Edicions 62, 1990, pp. 255-277, GUTIÉRREZ MOLINA, J. L., “Masonería y Movimiento Obrero: Vicente Ballester y la Logia Fermín Salvochea (1926-1930)”, Papeles de Historia, Ubrique, Nº3 (1993), pp. 83-93, GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, A., “La masonería ante la cuestión social”, BRAOJOS GARRIDO, A. (Coord.), Masonería, prensa y opinión pública en la España contemporánea. Actas de las VII Jornadas de Comunicación, Historia y Sociedad, Sevilla, 1997, pp. 71-98, y GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, A., “Masonería, republicanismo y anarquía: Pedro Vallina”, FERRER BENIMELI, J. A. (Coord.), La masonería española y la crisis del 98. VIII Symposium Internacional de Historia de la Masonería Española, CEHME, Zaragoza, 1999, pp. 43-63. Un estudio detallado de la presencia en el pensamiento libertario de todos los factores señalados, y la consiguiente unidad básica entre éste y el pensamiento sustentado por la izquierda española de la época, en ÁLVAREZ JUNCO, J., La ideología...
[23] OLIVÉ SERRET, E., “El movimiento anarquista...”, pp. 137-138, SÁNCHEZ FERRÉ, P., “Anselmo Lorenzo...”, p. 27, SÁNCHEZ FERRÉ, P., La maçoneria..., pp. 255-256, 267 y 285, GUTIÉRREZ MOLINA, J. L., “Masonería y Movimiento...”, p. 88, GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, A., “La masonería ante...”, en particular p. 89, aunque la tesis está implícita en todo el artículo, y GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, A., “Masonería, republicanismo...”, p. 43.
[24] A parte de en las propias obras citadas en la nota anterior, puede encontrarse una muestra representativa de las acusaciones de conservadurismo formuladas contra la masonería desde los campos libertario y marxista en FERRER BENIMELI, J. A., “La masonería española y la cuestión social”, Estudios de Historia Social, Madrid, Nº40-41 (1987), pp. 7-47.
[25] A esta conclusión llegan OLIVÉ SERRET, E., “El movimiento anarquista...”, GUTIÉRREZ MOLINA, J. L., “Masonería y Movimiento...”, GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, A., “La masonería ante...”, y GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, A., “Masonería, republicanismo...”. De modo más atenuado, en SÁNCHEZ FERRÉ, P., La maçoneria..., pp. 267-269, a la hora de explicar la pertenencia masónica de obreros revolucionarios se contemplan, junto a los personales, motivos “estratégicos”, y entre ellos se destaca el que “les logies eren – factor de primera importáncia- un forum privilegiat per a explicar-hi l’ideari i fer-hi proselitisme de la causa àcrata i proletària”. Merece citarse también aquí, por responder al esquema apuntado en el texto, aunque aplicado a un caso ajeno a la masonería española, POLO FRIZ, L., “Mijaíl Bakunin y la Masonería italiana”, pp. 195-212, FERRER BENIMELI, J. A. (Coord.), Masonería, Revolución....
[26] Constituyó otro ejemplo de compatibilidad plena el caso de Anselmo Lorenzo, de acuerdo con SÁNCHEZ FERRÉ, P., “Anselmo Lorenzo...”, FERRER BENIMELI, J. A., “La masonería española...”, pp. 8-11 y 30, y SÁNCHEZ FERRÉ, P., La maçoneria..., pp. 266-277, donde el autor replica la tesis formulada respecto a Lorenzo en OLIVÉ SERRET, E., “El movimiento anarquista...”.
[29] Declaración de principios que abre GOE, Constitución del Grande Oriente Español. Ley de Tributación y División Territorial de la Jurisdicción Masónica, Sevilla, s.a. [pero inicios de la Segunda República], p. 5.
[30] GUTIÉRREZ MOLINA, J. L., “Masonería y Movimiento...”, p. 91.
[31] FERRER BENIMELI, J. A., “La masonería española...”. Nótese la ambigüedad inherente al último de los aspectos comentados, en tanto constituía un principio que podían aceptar tanto los burgueses liberales como los anarquistas, quienes lo resumían con la consigna: “El que no trabaje, que no coma”. Respecto a nuestra interpretación del reformismo sustentado por la masonería, constituye un aval a la misma la condena oficial del régimen económico vigente, basado en la explotación, que se adoptó en la Asamblea General del GOE de febrero de 1932; GÓMEZ MOLLEDA, M. D., La Masonería en la crisis española del siglo XX, p. 425.
[32] HOROWITZ, I. L., “Introducción”, HOROWITZ (Ed.), Los anarquistas, v. 1, La teoría, Madrid, 1990, pp. 13-75, aquí pp. 13-24, de especial interés por constituir una síntesis del pensamiento anarquista en su conjunto, ÁLVAREZ JUNCO, J., La ideología..., en particular pp. 197-204 y 515-540, y, también, PANIAGUA, J., “Estudio preliminar”, p. XXXI. Hemos utilizado, así mismo, la argumentación vertida en la conferencia de GARCÍA RÚA, J. L., “Humanismo y Filosofía en el discurso del anarquismo”, Congreso Internacional “Eduardo Barriobero y Herrán (1875-1939): Sociedad y cultura radical”, Arnedo, octubre de 2002, intervención no publicada en las Actas.
[33] CIVERA, M., “A modo de introducción. El sentido humano de la economía”, Orto, Nº1, Marzo de 1932, pp. 1-5, reproducido en PANIAGUA, J. (Ed.), Orto, pp. 1-5, y CIVERA, M., El Sindicalismo y la economía actual, Madrid, 1936, pp. 8-16.
[34] CIVERA, M., “A modo...”, p. 2.
[35] CIVERA, M., “A modo...”, p. 1.
[36] CIVERA, M., “A modo...”, p. 5.
[37] CIVERA, M., “Recordando a Anselmo Lorenzo, anarquista y masón”, en AGGCE, Sección Político Social, Madrid, Leg. 848.
[38] AGGCE, Masonería, Serie B, Leg. 25, Exp. 19.
[39] LÁZARO LORENTE, L. M., “Blasco Ibáñez...”, pp. 222-225.
[40] Véanse, respectivamente, SÁNCHEZ FERRÉ, P., La maçoneria..., pp. 270-271, FERRER BENIMELI, J. A., “La masonería...”, p. 12, y GUTIÉRREZ MOLINA, J. L., “Masonería y Movimiento...”, p. 89n.
[41] Carta de Marín Civera a una logia sin identificar, Valencia, 29 de enero de 1931, en AGGCE, Masonería, Serie B, Leg. 25, Exp. 19. Se conserva otra carta de propaganda de Cuadernos de Cultura, redactada en términos similares, aunque sin fecha ni firma, entre la documentación de la Logia Colón Número 54, de Puerto Real (Cádiz); AGGCE, Masonería, Serie A, Leg. 556, Exp. 1.
[42] Carta de Marín Civera a D. Diego [¿Martínez Barrio?], Madrid, 15 de julio de 1936, en AGGCE, Masonería, Serie B, Leg. 25, Exp. 19.
[43] Junto a GONZÁLEZ-BLANCO, P., La Masonería (Nº72 de Cuadernos de Cultura), Valencia, 1933, aparecieron dentro de la Biblioteca Orto, de acuerdo con la propaganda incluida en la obra citada, USERO TORRENTE, M., Jesuitismo y masonería. Dos ideales opuestos, Valencia, 1932, y Latomia. Primer volumen de la colectánea masónica.
[44] Carta de Marín Civera a José Estruch, Valencia, 13 de febrero de 1928, en AGGCE, Masonería, Serie B, Leg. 25, Exp. 19.
[45] GOE, VI Asamblea Nacional Simbólica. Celebrada en los Valles de Madrid los días 24, 25, 26, 27 y 28 de mayo de 1927, Sevilla, 1927, pp. 269-277; las citas proceden de la p. 276. La Asamblea acordó someter la propuesta al dictamen de la Comisión Permanente del Gran Consejo Federal Simbólico, que se emitiría en el siguiente congreso.
[46] Respecto a la proposición realizada por Levante en 1927, tras el informe favorable de la Comisión Permanente la Asamblea acordó “pasarla a la Gran Asamblea extraordinaria, encargada de conocer y votar la declaración de principios y Constitución del Grande Oriente Español”; GOE, VII Asamblea..., pp. 55-56.
[47] Se identifica un pensamiento semejante como base del posibilismo libertario en RUIZ, J., “Fundamentos ideológicos...” y RUIZ, J., “República y Anarquía: El pensamiento político de Eduardo Barriobero (1875-1939)”, Berceo, Logroño, Nº144 (2003), pp. 177-202 (en prensa) [ya publicado].
[48] En este sentido fueron las iniciativas políticas adoptadas por la masonería de modo oficial, en tanto que institución, durante la Dictadura y la primera etapa de la Segunda República, actuación acorde con la orientación que imprimió Martínez Barrio al Grande Oriente Español, según se describe en GÓMEZ MOLLEDA, M. D., La Masonería... Téngase en cuenta al respecto que no resulta lícito atribuir por sistema a la masonería la actividad profana desarrollada por sus miembros, sino, en todo caso, los valores en los cuáles éstos se inspiraban para actuar; un ejemplo de buen criterio al tratar esta cuestión en FERRER BENIMELI, J. A., La masonería, pp. 101-112. En la defensa de los derechos y libertades civiles destacó el papel desarrollado en España por la Liga de los Derechos del Hombre, vinculada a la masonería por dirigentes y principios; véanse la última obra citada, pp. 145-155, y AYALA, J. A., “Revolución, derechos individuales y masonería: Las ligas españolas de derechos del hombre (1913-1936)”, J. A. FERRER BENIMELI (Coord.), Masonería, Revolución..., pp. 123-143.
[49] BARRIO ALONSO, A., Anarquismo y anarcosindicalismo en Asturias (1890-1936), Madrid, 1988, pp. 176-182. De hecho la autora interpreta el ingreso en la masonería, el mismo 1917, como un refuerzo de sus relaciones con los reformistas, y atribuye a Quintanilla una actitud de tolerancia hacia la Agrupación Sindicalista Parlamentaria, creada en tal año por un grupo de anarcosindicalistas asturianos para tomar parte en las elecciones a Cortes; p. 180.
[50] GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, A., “Masonería, republicanismo...”, pp. 60-61, y MILLARES CANTERO, A., Franchy Roca y los federales en el “Bienio Azañista”, Las Palmas de Gran Canaria, 1997, pp. 90-91 y 230n.
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